miércoles, 5 de mayo de 2010

La Negra Pluma~ (parte uno)

Dicen que hay un límite entre el cielo y la tierra; dicen que se puede mirar a los seres queridos de ahí, pero que ellos no nos ven, pero nos sienten; los vivos lo dicen... pero lo dicen no estando seguros si en verdad existe lo que están hablando. Aunque yo no esté muerta, ni espero que lo esté muy pronto, puedo afirmar que ese lugar existe pues... yo estuve ahí


Era un día nublado, tan nublado como hoy, en el que deseaba con todo mi corazón que lloviera, para quitarme esta tristeza que abordaba mi corazón lentamente. Estaba fijamente mirando al parque de enfrente de la funeraria en que estaba. Pues, estaba en el funeral de mi adorado y preciado padre. El parque estaba completamente dominado por los colores grises, cafés y dorados. Adoraba como esos colores combinaban completamente con el oscuro cielo que se acercaba con sus negras acompañantes, las nubes, que me reflejaban lo sola que estaba en este mundo junto con mi madre, que era como estar con nadie, total y absolutamente diferente a mi padre. Sola recordando a mi padre... su distante recuerdo que llevaria durante toda mi vida, aunque el mundo se me cayera encima nunca lo olvidaré. Hubo un tipo de lapsus en ese momento, porque cuando miré detalladamente y sin pensar en nada más que mirar, ví la figura de un ángel al lado de mi padre. Ví a su ángel guardián.


El ángel tristemente salió de la funeraria, con lágrimas en sus ojos, no lo pensé dos veces y lo seguí. Corrí, y corrí, corrí y corrí, hasta que al darme cuenta que estaba perdida. Estaba en un cementerio del cual me sorprendió la vitalidad con la que estaban todas las plantas y el ambiente presente. Es como si lo que descansaban ahí estuvieran vivos y felices. Ví la silueta de sus alas y llegué finalmente a un panteón muy antiguo, la única estructura vieja a la vista y sin alegría. Nunca olvidaré el momento en que abrí las puertas de ese panteón... Me encontré en un mundo irreal. Un mundo que ni los más grandes escritores de ciencia-ficción se habrían imaginado antes. La noche y el día se diferenciaban de una línea imaginaria donde sus colores se transformaran hasta llegar al color del otro. Esa línea imaginaria en la "tierra" era un camino de arena que dividía ambos paisajes. En la noche, la luna iluminaba un lago rodeado de cerros repletos de árboles grandes y, porqué no decirlo, también pequeños. En el día, el sol radiante iluminaba una hermosa playa, cuyos árboles provenientes de los cerros de la noche, eran verde profundo, de ese verde que te hace sentir el espíritu de la naturaleza naciendo en ti. Luego de observar este hermoso camino, seguí el sendero de arena que me llevaría a algún sitio en
especial ...


continuará....

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