viernes, 22 de abril de 2011

86. Elecciones

Tu silueta va caminando
con el alma triste y dormida,
ya la aurora no es nada nuevo
pa' tus ojos grandes y pa' tu frente,
ya el cielo y sus estrellas
se quedaron mudas, lejanas y muertas
pa' tu mente ajena.


Nadie sabe claramente como se llamaba ella. Ella no sabía claramente el nombre que se la había asignado, pues... le habían llamado de muchas formas. Bueno, independiente de todo, para relatarles la historia, le llamaremos "El Alma".



Nos hablaron una vez cuando niños,
cuando la vida se muestra entera,
que el futuro, que cuando grandes...
y ahí murieron ya los momentos,
sembraron así sus semillas,
y tuvimos miedo, temblamos,
y en eso se nos fue la vida.


El Alma se hallaba caminando de la mano con su amiga El Corazón y pasaron cerca de un río. El Corazón, ingenuo e inocente, miró el agua cristalina y El Alma se acercó a observar dichosa escena. 
-Tienes una moneda?- Preguntó con brillo en sus ojos El Corazón.
El Alma le miró extrañada y le preguntó para qué, a lo que este responde:
-Este lugar es tan hermoso, tan puro... Que siento que se puede hacer realidad cualquier cosa aquí. Quiero... Pedir un deseo Alma.... Me permites?-
El Alma le miró con tristeza pensando la ingenuidad del Corazón y le ofreció una moneda común. El corazón agarró fuerte el objeto, cerró sus hermosos ojos color carmesí y lanzó la moneda, que se hundió varios metros más adelante.
El Alma temió. El Corazón creyó. Y así, siguieron viviendo, hasta crecer.


Y cada uno aferrado a sus dioses,
productos de toda una historia,
los modelan y los destruyen,
y según eso ordenan sus vidas
en la frente les ponen monedas
y de sus largas manos
le cuelgan candados,
letreros y rejas.


Luego de un tiempo, El Corazón dejo este mundo y El Alma quedó sola. Cada vez que teme al futuro, a algo inefable, o a la vida misma, acude al río del Corazón a pedir un deseo. Lanza una flor, una rama, una piedra... Eso le quita algo de encima.
Ella había sobrevivido por las diversas elecciones que tomó, pero El Corazón, ingenuo como siempre, se entregó completamente a la primera vez y terminó fusionándose con La Razón, desapareciendo así para siempre.
El alma temió de sus elecciones y se atrevió a imitar al Corazón. Tomó una pequeña piedra de extraño color azul, le apoyo en su frente unos minutos y le lanzó lejos.

domingo, 17 de abril de 2011

38. Tacto

La chica se hallaba moribunda caminando por la lúgubre calle oscura. 
Su piso, frío como sus manos, se movía constantemente. Le rodeaba 
una mortencina luminosidad blanca, y una más pequeña bajo ella. 
Siguió caminando, siguiendo a esta luz como si fuera lo único que 
tuviera en la vida. Y bueno, no era tan mentira.
Cuando finalmente llegó, se sentó en una banca y observó aquella 
familiar luz. Era un foco de blanca luz que iluminaba el centro de un 
escondido parque al que ella frecuentaba. 
Al mirar hacia arriba y encontrarse con los árboles meciéndose con 
el viento, tomó su mente y se devolvió al pasado en un recuerdo. 
Era otoño y hacía frío...


Estaba sentada en el mismo banco que aquella noche, con su abrigo 
negro, y boina gris. Su hermoso pelo castaño resaltaba con sus 
ondulaciones en aquel inerte ambiente...
Observaba como las hojas, ya sin vida, se dejaban caer al viento que 
las dejaba tiernamente en el suelo, como si de un tesoro se tratara. 
En el mismo parque, un chico hacía lo mismo. 
Él vestía abrigo gris y boina negra. 
Su pelirrojo pelo resaltaba en aquel inerte paisaje. 
¡Su pálida tez aún más pálida se veía! 
Ambos miraron al cielo y luego a los ojos del otro.


Allí nadie sabia de ellos. Ellos nos sabían nada de nadie. 
Ellos llegaron juntos y no se dieron cuenta de que compartían banco. 
Sus manos se juntaron.  
¿Qué más daba si se entregaban al viento otoñal
Sus palmas se apoyaron juntas y un vapor cálido 
salió de sus bocas antes de juntarse en un reparador beso. 
Ellos no se conocían y sin embargo, eran novios 
de hace unos meses...


Una hoja cayó al lado de ellos 
y sobre ella, una lágrima 
desesperada sumergida en 
la oscuridad de la noche plutónica.




A un año de mi primer entrada, dejo este cuento un poco
extraño para mi manera de escribir. Deseaba ocupar palabras
complejas para describir como me siento.
Muchas gracias por este año escribiendo, y espero que sean 
muchos más... 
Atte, Amara Rozenbauer [de Kirkland]