viernes, 26 de agosto de 2011

“- A veces tengo un sueño -dijo el joven de la silla de ruedas. El extraño eco de su voz hacía pensar que ésta procedía del fondo de un profundo agujero-. Dentro de mi cabeza hay un cuchillo clavado en diagonal en la mórbida carne de mis recuerdos. Está clavado muy hondo. Pero no me duele. Tampoco notos su peso. Sólo está ahí clavado. Yo lo contemplo desde otro lugar, como si fuera algo ajeno. Y deseo que alguien me extraiga el cuchillo. Pero nadie sabe que está ahí clavado. Pienso en sacármelo yo mismo, pero no alcanzo con las manos. Es muy extraño. He podido clavármelo, sin embargo, ahora, no puedo extraerlo. Mientras tanto, las cosas empiezan a borrarse paulatinamente. Yo mismo voy palideciendo, poco a poco, y desaparezco. Al final sólo queda el cuchillo. El cuchillo siempre permanece hasta el final. Como el blanco fósil de un animal prehistórico que ha quedado en la orilla del mar... Éste es mi sueño.”

“Lo que yo quería era fundirme en un solo cuerpo con ella, sin ninguna traba. Pertenecerle y que ella me perteneciera. Quería esa señal. Por supuesto, la deseaba sexualmente. Pero no se trataba sólo de eso. Estoy hablando de una comunión de cuerpos. Nunca, en toda mi vida, había experimentado la sensación de fundirme con alguien. Siempre había estado solo. Y siempre había estado, alerta, dentro de un marco. Quería liberarme. Y me daba la sensación de que, liberándome, podría descubrir mi propio yo, ese yo que hasta entonces solo había vislumbrado de una manera muy vaga. Me daba la sensación de que, uniéndome estrechamente a ella, lograría apartar de mí el marco que había regulado hasta entonces mi vida”.

Fragmento de El cuchillo de caza y El folclore de nuestra generación: prehistoria del estadio avanzado del capitalismo, respectivamente, de Haruki Murakami en "Sauce ciego, mujer dormida"

Confesiones (Luís García Montero)

Yo te estaba esperando. 
Más allá del invierno, en el cincuenta y ocho, 
de la letra sin pulso y el verano 
de mi primera carta, 
por los pasillos lentos y el examen, 
a través de los libros, de las tardes de fútbol, 
de la flor que no quiso convertirse en almohada, 
más allá del muchacho obligado a la luna, 
por debajo de todo lo que amé, 
yo te estaba esperando. 
Yo te estoy esperando. 
Por detrás de las noches y las calles, 
de las hojas pisadas 
y de las obras públicas 
y de los comentarios de la gente, 
por encima de todo lo que soy, 
de algunos restaurantes a los que ya no vamos, 
con más prisa que el tiempo que me huye, 
más cerca de la luz y de la tierra, 
yo te estoy esperando. 
Y seguiré esperando. 
Como los amarillos del otoño, 
todavía palabra de amor ante el silencio, 
cuando la piel se apague, 
cuando el amor se abrace con la muerte 
y se pongan mas serias nuestras fotografías, 
sobre el acantilado del recuerdo, 
después que mi memoria se convierta en arena, 
por detrás de la última mentira, 
yo seguiré esperando. 
Luis García Montero 
Confesiones

Los años (Roberto Bolaño)

Me parece verlo todavía, su rostro marcado a fuego
en el horizonte
Un muchacho hermoso y valiente
Un poeta latinoamericano
Un perdedor nada preocupado por el dinero
Un hijo de las clases medias
Un lector de Rimbaud y de Oquendo de Amat
Un lector de Cardenal y de Nicanor Parra
Un lector de Enrique Lihn
Un tipo que se enamora locamente
y que al cabo de dos años está solo
pero piensa que no puede ser
que es imposible no acabar reuniéndose
otra vez con ella
Un vagabundo
Un pasaporte arrugado y manoseado y un sueño
que atraviesa puestos fronterizos
hundido en el légamo de su propia pesadilla
Un trabajador de temporada
Un santo selvático
Un poeta latinoamericano lejos de los poetas
latinoamericanos
Un tipo que folla y ama y vive aventuras agradables
y desagradables cada vez más lejos
del punto de partida
Un cuerpo azotado por el viento
Un cuento o una historia que casi todos han olvidado
Un tipo obstinado probablemente de sangre india
criolla o gallega
Una estatua que a veces sueña con volver a encontrar
el amor en una hora inesperada y terrible
Un lector de poesía
Un extranjero en Europa
Un hombre que pierde el pelo y los dientes
pero no el valor
Como si el valor valiera algo
Como si el valor fuera a devolverle
aquellos lejanos días de México
la juventud perdida y el amor
(Bueno, dijo, pongamos que acepto perder México y la juventud, 
pero jamás el amor)
Un tipo con una extraña predisposición
a sobrevivir
Un poeta latinoamericano que al llegar la noche
se echa en su jergón y sueña
Un sueño maravilloso
que atraviesa países y años
Un sueño maravilloso
que atraviesa enfermedades y ausencias
Roberto Bolaño
Los años (en Los perros románticos)

En una estación de metro (Óscar Hahn)

Desventurados los que divisaron 
a una muchacha en el Metro 
y se enamoraron de golpe 
y la siguieron enloquecidos 
y la perdieron para siempre entre la multitud 
Porque ellos serán condenados 
a vagar sin rumbo por la estaciones 
y a llorar con las canciones de amor 
que los músicos ambulantes entonan en los túneles 
Y quizás el amor no es más que eso: 
una mujer o un hombre que desciende de un carro 
en cualquier estación del Metro 
y resplandece unos segundos 
y se pierde en la noche sin nombre
Óscar Hahn
En una estación de metro

viernes, 5 de agosto de 2011

005. Exteriores

Aquella chica con las nubes reflejadas en sus ojos y la música del viento en su ventana, finalmente se puso un abrigo, sus zapatillas favoritas y salió. En el reporte del tiempo habían dicho que no llovería, pero ella sabía que lo haría. En días como éstos, tomaba su cuaderno, un lápiz y su mochila blanca. Aquella mochila la había ocupado el día en que él la conoció. Esta persona, es alguien diferente a la que rondaba aún por la casa de la chica. Esta persona, ha sido inesperadamente cautivante para nuestra ella. Prácticamente, es un extraño. Pero ella lo siente tan cercano, como si hubiera algo que les juntara, pero que nos les permitiera verse. Ése chico rompió con ese destino, y le comunicó de su existencia. Allí en adelante, todo cambió.

Ambos ciertamente se andan buscando mutuamente
por las partes que frecuentan.

De alguna manera, al usar esa mochila blanca, tenía la esperanza de volverlo a ver, pues cuando sus destinos se cruzaron una única vez sin conciencia de ello, ella no le vio. Era muy fácil de reconocer por su altura llamativa para un chico de su edad, pero aún así ella no lo vio. 
No estamos insinuando que ella es especial, pero como todas las personas, tiene algo único que la diferencia de todo el mundo. 

Quizá éso sea lo que le impulsó a él a conocerla, 
quizá sea lo que hace que ella piense en él. 
Quizá porque se dieron cuenta.. 
que después de todo, no estaban solos 
en este punto en el universo llamado Tierra.


Después de todo. A pesar de todo. Finalmente... llovió.