lunes, 25 de marzo de 2013

El otro yo.

¿Qué te pasa? Porque no lo haces simplemente de una vez. Basta, dijo con su voz fuerte e intimidante, que no estoy para tus juegos hoy, Carolina. Con su cortísimo cabello ondulado, Javiera se levantó cuidadosamente. Ajustó sus lentes ópticos, aquellos se le ayudaban a ver todo lo que yo obviaba, y su mirada penetrante me estremeció. Su alto ego pisoteaba mi voz, cubriéndome de un profundo sonrojo. Nunca llegaría a ser como ella. Nunca dejaría que la sermonearan, ni mucho menos que la ruborizaran. No es como si fuera la gran cosa, Javi, susurré, ahogada de tanta ira en mi garganta. ¿¡Pero porqué diablos te aguantas!? gritó enfurecida, con sus ojos enfiebrados por contenerse. Cualquiera perdería la paciencia conmigo. Grita, canta, salta, baila... ¿A quién cresta la importará? A mi, a ti, a todos. Suspiré, levantándome hacia el espejo. 

Yo era ella, y ella era yo. 
¿Cómo podrían existir dos personas tan diferentes en un mismo lugar?

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